martes, 12 de junio de 2018

UNIVERSO


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Universo

Un destino más etéreo que el sueño, sin ser sueño y sin ser algo buscado, un destino no planeado, elévame a la cumbre de instancias más arriba, y fui viajera del espacio, en el espacio.
Y más real que la inconsistencia o consistencia de la física y ante la confluencia de lo real mágico velado y develado, estas, mis lunas y mis planetas gigantes, alineados uno tras otro y en mapas decolores, dibujadas sobre sus superficies y alrededor, franjas de colores, mundos no imaginados y siderales espacios, se pierden en la memoria y la primicia de la vista, del oído y de lo mirado, tan nítido y palpable.
¡Oh! prodigio de universo ante mis ojos, inmensidad de cielo profundo, en lo más infinito de lo abierto ¿Y cómo fui a parar allí por Dios? ¿Cómo me pregunto?
Porque que sepa, yo nunca me monte en una nave espacial, aunque no dudo que las hay ¿Cómo fue que presencie esa maravillosa alineación de planetas en el espacio, en ese mismo instante y dimensión, como si presenciase un choque de carros, un suceso llamativo a la vuelta de la esquina?
La verdad, no lo sé, pero todo paso ante mis ojos, tal cual; espectáculo tan bello y jamás visto, creo yo, por ojo humano, el caso, es que sucedió en un tiempo y fecha en que, sin saber, que estaba sucediendo. Un fenómeno previsto por la ciencia; esa alineación de planetas. Solo sé, que me acosté y vi y lo viví a plenitud. Maravillosa visión.
Fue algo espontáneo y tan natural como cuando una hoja de viento cae o como cuando, estalla un suceso o un sonido surge en la noche, fue algo así, de sencillo, como un tronar de dedos, así sucedió…
Y como ese acontecimiento, he vivido otro tantos; pero me he dado cuenta, que Dios me ha llevado, me ha empujado en silencio a tener esas vivencias, por caminos y cumbres del espacio y de la tierra, en cosas, tanto a nivel personal como general , muy fuertes, que me han ido formando quizá, digo; para que, al visualizarlas, las cuente y no, para engrandecer me a mí, con esas cosas. ¡Que tal!
Sino, para servir como testimonio de su existencia grande e inconmensurable como ninguna; porque eso es Dios, que no quepa la menor duda. Y no importa, que muchos no lo crean; pero es evidente, que el que, ha visto a Dios, ha conocido su alma y quien así, lo ha hecho, sabe y puede escuchar las melodías, que van más allá y vienen de más allá, del simple gemido del deseo, si, mas allá, de aquel, que solo le canta a la carne y a la voracidad de su lujuria…
Otra cosa es el amor. Otra cosa es, quien se alza del suelo de donde sus pies parecen pegarse y se hace liviano como alas.©

Beatriz Elena Morales E © Copyright

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