domingo, 15 de mayo de 2016

ACERCA DE LA OBRA DE ARTE

                                        
                                               
   
                                                      ACERCA DE LA OBRA DE ARTE
                                  (Breve ensayo, acerca del pensamiento de Blanchot)
“Quien se consagra a la obra es atraído hacia el punto en que esta se somete a la prueba de su imposibilidad “
En este  sentido lo que quiere decir Blanchot es que  Rillke: concibe el arte como experiencia.
 Pero esa experiencia no es el recuerdo de lo vivido, sino que es olvido, olvido que es también silencio, contacto con el ser.
Vuelta al origen, un recomenzar,  que en la plenitud del silencio se hace de nuevo palabra. La palabra que es comienzo, la primera palabra de un  verso. 
La experiencia lo es en cuanto a la muerte misma, en cuanto lo  es también,  frente a la posibilidad de lo que no se alcanza.
 La experiencia se convierte en el olvido; en ese olvido  se produce  la metamorfosis  del ser, metamorfosis que es a su vez,  la vida convertida en la nada, en experiencia de la nada, mediante el olvido de si, del ser, y en ese olvido  del ser,  brotan entonces,  las primeras palabras que son auroras cotidianas en la nada misma de lo incesante.
                                   “Escribir para poder morir, morir para poder escribir “
Solo puede morir quien es capaz de  morir contento. La  experiencia también lo es, en cuanto a la muerte misma, en cuanto lo es,  a lo que no se alcanza; por más cercano o próximo  que se encuentre. La experiencia se convierte olvido, y es allí mismo en donde se da la metamorfosis del ser. La cercanía con  la muerte, metamorfosis, que es  a su vez la vida convertida en la nada, en la oscuridad terrible del comienzo originario de la palabra  y la palabra se tiene aquí,  como el comienzo del  ser, en pleno…
 Y es aquí, en donde se escucha también,  el canto de las sirenas, aquel canto que implica un riesgo, algo en lo que no se debe caer, puesto que es a su vez,  aquello que obstaculiza la obra.
 El canto de las sirenas y el silencio que  tiene en común el abismo, Ambas son en sí,  el abismo, en donde las palabras desaparecen.
En donde la música que suena invita  a un a la desaparición, a un  desaparecer;  por lo mismo su canto que lleva a al olvido, lleva también a la región neutra, en donde la música incluso desaparece, dando paso a  algo que podríamos llamar un encantamiento, por cuanto,  hay alelamiento, no obstante  la palabra apropiada es; a la fascinación. El canto de las sirenas, es pura fascinación,  es el canto de la muerte, es la fascinación de la infancia y por lo tanto del espejismo.
La fascinación de la música lleva,  es al fascinación  de la imagen,  quedando postergado en sí;  aquello que es veras para la obra… 
Y esta fascinación de la imagen, lleca a su vez a la fascinación del lenguaje; estado en el cual, creo,  nos encontramos muchos de nosotros, bajo la cobertura del lenguaje, en el encantamiento de lo efímero…
El canto de las sirenas  y el silencio son también la invitación a correr ese riesgo  y ese peligro de quedar atrapado en la fascinación; que se da al haber caído  ya,  en la región,  de la neutralidad del lenguaje y de la imagen. La imagen deviene lenguaje y el lenguaje deviene a su vez en imagen, o sea una cosas lleva a la otra.   Entonces de  o  que se trate aquí,  es también acerca de la obra de arte, que continuamente va girando en un círculo. Para Blanchot,  el arte, tiene un objetivo; él es su propio objetivo, o sea el arte mismo.  
No un simple medio de ejercer el espíritu; él es el espíritu,  que no es sino obra.
 La obra es la indeterminación  inexistente, de una obra no realizada.   La imposibilidad que tiene el artista  de morir con la obra; él es ya un hombre muerto, incluso  aún mucho antes de la obra misma.
 “Quien escribe la obra es apartado, el que escribe la obra, el que la escribió es despedido; quien es despedido además no lo sabe.
Esa ignorancia lo preserva, lo distrae, autorizándolo a persevera en la obra misma. El autor nunca sabe si la obra está hecha”  Así el que persevera, solo puede escuchar lo incesante, lo que nunca se callara, porque pertenece a la región neutra del lenguaje; la obra de arte es la dulce voz que incita al olvido y que somete a quien la escucha a una vagancia eterna…La obra misma es el espíritu, el espíritu mismo es la obra. Así ese  círculo, en que continuamente está girando la obra de arte,  es la prueba de su indeterminación, la certeza de la imposibilidad de la obra  y a su vez la certeza  de la imposibilidad que tiene el artista, frente al dominio aparente que le da la obra misma. Lo que el artista escribe es a su vez,  la inexistencia de la obra misma.
Porque la obra no existe, así  de sencillo,  es una cosa inacabada. 
Y ante lo cual el artista,  desaparece para dar cabida a la obra; la obra es quien despide, expulsa,  al artista, lo condena a la eterna  errancia.
La voz que habla en la región neutra del afuera, en donde esa voz no es el, no es nadie; es el habla incierta. La experiencia de la que hablaba Rillke al comienzo del texto de Blanchot, se convierte para Becket  en la experiencia que lo condena a un  círculo  oscuro e inextinguible; más no carente de sentido.
 Aquí ya no se trata de escribir, dentro de una acción del arte dentro del mundo, Aquí ya quien escribe es una “mano enferma” que no busca ninguna finalidad  y que obedece solo a la exigencia de la mano que lo empuja a segur cayendo en lo interminable. Es el visajero que siempre estará afuera, errante, fuera de toda posibilidad en el mundo, aquel que la obra misma expulsa a la inacción, al  des- obrar.  Aquí no se escribe por el placer  o por la inspiración, no hay un compromiso con el arte, solo una mano que no se puede detener y que lo lleva siempre al origen mismo; es la priva de la imposibilidad de la obra.
La obra que nunca se realiza. También esa acción  inexistente es el acontecimiento mismo del ser; y a su vez  el origen  en donde se produce el relato.
  El acontecimiento del relato,  es el origen de la fascinación misma de la palabra. La literatura no pertenece a nadie, no habla directa en el lenguaje; hay solo la extraña lentitud de una mano que se mueve en la sombra. La literatura no es el habla de nadie, ni el dominio de un escritor, que escribe para cerciorase de  lo que escribe.
 La literatura es el encuentro con lo imaginario. En donde las palabras son voces neutras e impersonales que hablan desde el origen de las cosas mismas.
 “Las palabras deben andar mucho tiempo, andar lo suficiente para borrar sus huellas y sobre todo para borrar la presencia  autoritaria  de un hombre,  dueño de lo que  debe decirse”

 En una palabra el escritor solo es un medio para que la  obra se manifieste  así misma. 



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