UNA PERCEPCIÓN INTELECTUAL DE DIOS
Existen
algunas formas de conocer a Dios; esta
es una de ellas y la otra, es
absolutamente personal, íntima y secreta; mediante la cual, llegas a un discernir de la divinidad. Y Este escrito
solo, trata de esta percepción
intelectual.
AMOR A DIOS
Yo amo a Dios, por
ser él, lo qué es, porque en su esencia, se encuentra ese acto sumo de la
creación, que no es otra cosa que él amor, y éste amor es inimaginable, más no por eso, menos veraz. Eso, para mí, es la bondad y la
frondosidad, de alguien en continuo movimiento. Ese alguien es Dios, como el
padre, como el creador, que se entregó, entregándonos a su hijo; a su unigénito, en un acto de doble amor.
Un movimiento, que
es un darse, un entregarse; un bien sumo e inigualable. Y aquí vemos a
Dios, en la forma del hijo.
Y también, porque
él, como hijo; ha sido capaz de
trascender, en su misma trascendencia, todos y cada uno de los espacios de la
materia…
¿Qué espacios?
¿El dolor del desgarramiento de la carne?
¿Ese aspecto
físico, no material? ¿El dolor del
sufrimiento moral?
¿O solo la
materia, como aquello que es solo creación continúa? Y si es así ¿Esto solo le
corresponde al Dios creador como tal? ¿Y
no al hijo?
Dios padre es el
creador y el hijo se convierte en Dios; o mejor se hace uno con él, por la acción de un acto…
Y es, en ese acto sumo e inimaginable, en el que
todos estos aspectos, son asumidos
por el hijo, cuando se entregó a reparar,
haciéndose a su vez acreedor y autor mismo de lo creado y por crear.
He aquí, el
misterio del árbol de la vida.
Y ese acto, es
completamente espiritual; no pertenece al campo, de lo material; sino al mundo del espíritu.
¿Cómo es que Dios
ha trascendido la materia?
Tenemos: la
materia, lo físico sin tiente, y el campo
de lo moral; o sea el aspecto psíquico y estos aspectos; son fundamentales, para entender ese campo inabarcable de lo
espiritual. De lo que se mueve, en el mundo del espíritu. Es decir de lo que
está más allá de la materia. Y sin
embargo la materia, tomándola
como la materia prima, de la cual, formo Dios,
el universo y todo lo creado; es lo
material; solo tomándola , en el aspecto físico y moral, vemos como ha sido trascendida, por el maestro Jesús; cuando se
convirtió en el árbol particular e individual, de una nueva
humanidad gestante, por
medio del amor; de
un padecer el amor, un sufrimiento sin igual, que fue una donación, para la humanidad entera. Y ese acto la supera, trascendiéndola
un padecer el amor, un sufrimiento sin igual, que fue una donación, para la humanidad entera. Y ese acto la supera, trascendiéndola
¿Pero qué
es esto?
Desde luego, esto sucede, creo yo,
después de haberla
sufrido y padecido hasta el polvo, de los polvos y claro, tenemos una máxima
expresión;
y es el hecho del sacrificio,
del único, entre los únicos, y ese fue, el día en que Jesús, fue puesto en la
cruz por los judíos.
De manera tal, que
el porvenir de Cristo, es una cosa infinita, y no hablo de repeticiones; pero
si de un rostro, que alcanza el nuestro...
En todo caso, éste hecho, que abarca hasta el último
suspiro, que exhaló Cristo en la cruz, denota la física del espíritu, de éste,
como redención de un cuerpo, de un mundo, que incluso va más allá de la
carne. Habría que resaltar la muerte de Jesús, como un hecho
invaluable, de gran significación y sentido, con lo cual, el espacio entre vida
y muerte desaparece, para dar paso a la inauguración de la vida; ¡He ahí el
hombre!
¡he ahí el árbol de los árboles!
De este modo con
Jesús, al donar su sangre, el espíritu retoma su centro; sus dones, han bajado desde lo alto, para instalarse en
las más hondas raíces de la tierra y la
escritura asciende, abriéndose pasó, desde el estiércol y las raíces podriditas
y aunque parezca que no, el árbol de la vida, el que está situado en medio del
Edén, el que guarda el misterio o el enigma, se abrirá para aquel; sí, aquel,
que descubra en ese acto, lo que sólo el amor puede develar.
Quizá millones de
años luz, después de que nuestros genes hayan avanzado lo suficiente y haya
sido la tierra muchas tierras. Y si tenemos en cuenta, que la serpiente se halla colgada, por su
propio gusto, de cabeza hacia abajo,
¿quién sabe cuántos ciclos más, tardemos en comprender y en sentir?…
Vemos pues como
Jesús, con su acto, se ha convertido en
el ombligo del mundo y nosotros, con
nuestros genes nos hemos, ¿convertido? ¿En qué? Bien, es cierta esa expresión tan conocida; “porque
en pecado me concibió mí madre” y si esto, es así, ¿hemos de permanecer en esté estado? ,
¿Acaso es más fuerte la acción de la gravedad,
o el peso de la tierra? No podemos olvidar en todo caso, que Jesús se ha hecho
carne, que él es el verbo del que habla la palabra y aunque está, habita
entre nosotros, hay que procurar develar y desvelar.
Dios nos
ayude a comprender, por medio de su
santo espíritu; aquello, que es esencial descubrir, en la medida, que
indaguemos, que busquemos, dentro de
nosotros; ya que, aquello, esta es en
secreto, guardado, íntimamente oculto y
que solo, se nos revela, cuando miramos no, con los ojos no del cuerpo, sino
del alma.
Inmenso
es Dios, tan perfecto, y a su vez tan
amoral; porque su moral, abarca es la esfera de lo perfecto y no está
sujeta, a convenciones o
condicionamientos sociales, culturales o de raza. Etcétera. Para él., que es Dios, no puede haber
conflicto. Él es el uno, perfecto e inmortal.
Y
ya, en el plano o campo espiritual y terrenal a su vez; se manifiesta, también por medio de María; como
mensajera de sus designios y en
ella, se encuentra a su vez el verbo hecho carne, la palabra,
que se hizo carne y nos habita. Siendo
ella, la primera que nombro, mostró y nos enseñó a todos, el nombre de Jesús. Es ella, el sagrario vivo, que guardo
al hijo, en su vientre- universo.
Y por supuesto esta, fue y es la
voluntad de Dios.
En todo caso, esto
de ocuparse de Dios, dentro de una sociedad, que ha perdido la capacidad de
oír, de ver, y hasta de sentir, y que tan sólo se ocupa de conseguir dinero
fácil; esté asunto, pues, bueno, a mí, no dejan de sorprenderme las
enseñanzas que el padre, creador,
nos manifiesta por medio del hijo
Pero creo que los
intelectuales de la época, habría que resaltar sólo algunos; su
ingenio para hacerse notar; podrían considerar que pensar en Dios, es de tontos y ademas es hacerle
el juego al sistema; pero ese Dios, real y existente, no tiene que ver, no
exactamente con lo instituido.
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