martes, 15 de febrero de 2022

Dos ejemplos de la poesía lírica griega: Arquiloco de Paros y Safo

 



Asignatura: Literatura Griega

Facultad de ciencias humanas

(Recuentos breves.)

Unas palabras para estos dos  poetas.

 Dos ejemplos de la poesía lírica griega: Arquiloco de Paros y Safo

Beatriz Elena Morales Estrada

Resulta un poco difícil  tratar  remontarse a la antigua Grecia  y a la organización social y política de ese entonces. El primer periodo de Grecia estuvo bastante influenciado por la épica, por la gesta guerrera, en  el primer periodo de la Grecia; donde el lirismo de Homero, fue  indudablemente de una grandeza tal…

La Ilíada y la odisea; maravillosas obras; nadie como él, para llevarnos a ese mundo encantado  lleno de aventuras y de héroes legendarios. Un poco más adelante, nos encontramos con Hesíodo, cantor de la poesía pastoril   y gran descubridor de los secretos de la naturaleza, nos encontramos en ese periodo, en donde todavía la gesta guerrera, la epopeya, marcaban los más grandes ideales de la antigua Grecia. A la par que se daban los cambios sociales y de la política, la poesía tomaba un tumbo diferente. Los griegos siempre le cantaron al ideal de la comunidad, el civismo, dado que era la unidad; el  ideal griego de la polis, el ideal grupal de los griegos; eso era la más pura inspiración y lo pudimos comprobar con Tirteo y Calimo, cuyos contos,  estaban siempre dedicados a exhortar los más nobles sentimientos de amor a la patria . Pero situemos ahora en el tercer periodo, en el comienzo de la lírica griega  y de la prosa, en donde ya el fervor nacionalista había mermado un poco debido a los cambios políticos.

 La lirica tiene ahora  a ser, más personal, más expresiva, más íntima y llegamos entonces al año 600 a. de cristo. Con Arquiloco  de Paros del siglo VII, hijo de un noble y una esclava, que por su pobreza tuvo que andar errante  y se instaló en la isla de Tasos, a la espera de una mejor fortuna. Arquiloco  infortunado   en amores;   fue el creador del Yambo. Arquiloco hombre terriblemente apasionado, que tuvo que desempeñar el  oficio de soldado, a quien  el mismo se atribuye el calificativo de mercenario,  pero cuya felicidad  máxima, era la poesía,  en donde este desplegaba todo su talento, pero más que eso, estaba la elocuencia   de un alma apasionada, nacida por el dolor y el infortunio. Un hombre de una naturaleza tan sensible y bella, no podía encajar en un mundo griego, en donde los valores exaltaban el amor a la guerra  y a interese políticos; con los cuales él,   no se encontraba de acuerdo. Este no tenía cabida allí; su mundo era otro, era el de la vida, el del amor, el del eros; pero la moral, le obligaba a sentirse esclavo de la diosa Hera; la diosa del matrimonio.

Arquiloco  encontró en las costumbres de los nobles,  solo bajeza y suciedad y nada de heroísmo noble  y la decadencia de los valores griegos. Solo eso y nada más. En Tasó  este  conoció el amor de la hermosa  Néobula, pero que para su desdicha, en complicidad con su padre Licambe, incumplió su promesa de matrimonio. La imposibilidad de realizar este amor hizo que     en sus yambos desarrollara la más terrible de las venganzas: El deshonor.

 Licombes  y su hija fueron expuestos a la burla pública, debido al encono de Arquiloco.

Se dice que a veces del dolor más hondo, nacen los más bellos sentimientos del alma; esta,  que en sus profundidades casi inconmensurables, tan difícilmente  incomprendida, logra a veces la transparencia de esa diversidad de sentimientos   que la inundan. Y si el amor es parte esencial de ella, el odio no lo es menos,  dado que pareciera ser que en el ser humano,  se hallan  por decirlo de algún modo, entremezcladas estas pasiones del alma. Pero, hay que decirlo, que este, cayó en la más baja forma de las pasiones.

 Era este hombre un inconforme de su mundo, un desertor de la guerra. Un cínico realista, que supo ponerle un poco de humor negro a sus versos. Ejemplo de ello, es esta estrofa: “siete son los muertos que a la carrera alcanzamos, y los matadores somos mil…”   Algo muy  real y tenaz en verdad.

El escudo y la lanza eran para él, solo un medio   de subsistencia  comía el pan negro y bebía el vino  apoyado en su escudo, en su lanza.

Si bien el alma individual de la  cultura griega se enorgulleció del heroísmo legendario de Homero y de la Epopeya,   el yo lirico de  Arquiloco,   fue en cierto modo ese mismo héroe; pero cuyo ideal no era precisamente el de la diosa Ares; a quien consideraba cruel y digna de temer; su ideal vuelvo y lo repito,  fue el del amor,  el de Eros; dada su alma sensible y poética;  aunque,  luego concibió  fue,  la venganza, cayendo así,  en lo  mismo que a él,  le precia herrado,  horrible.  

Probablemente Arquiloco, fue un redomado cínico, un enemigo mordaz, pero fue al mismo tiempo un hombre que supo amar intensamente.  Al lado de Arquiloco de Paros, pero con  algunas diferencias cronológicas, nos encontramos con un  espíritu  semejante a este,  pero con una pasión más sutil   y delicada; nos encontramos a la poetisa  Safo; figura legendaria de origen noble, desdeñosa de la guerra  y gran servidora de la diosa afrodita, la diosa  del amor.  Ella fue indudablemente  una poetisa que supo  ver, o mejor aún sentir que al lado del ideal  de los dioses heroicos, de los valores masculinos, yacía un alma huma na,  intensamente femenina y delicada, cuya sutileza solo podía ser  percibida, vivida, contada por  la diosa del amor.

Así ella inmortalizó  el amor de las amigas,  en sus cantos poéticos; solo un espíritu sensible  y fecundo como Safo sabia amar y plasmar sus más hondos sentimientos  y deseos  en el papel.  Criatura nacida para ser sacrificada en el más bello de los deleites,  es el amor. Pero ella sabía que el conocimiento,  solo se enriquecía a partir de cada experiencia intensamente  vivida. Solo la mujer conoce el secreto del amor; eso nos diría;  talvez ahora Safo.  Y es que solo la mujer según ella,  puede  amar el objeto de su pasión,   con tan deseada ternura,  y con tan prodigiosa sutileza de sentimientos.

 Afrodita y Eros no fueron  elementos externos  a ella; estos estaban incorporados a su ser mismo.

 A Safo se la puede considerar maestra, sacerdotisa, ya que ella pudo serlo realmente; y la prueba de ello es que se la comparo con el mismo Sócrates, en el arte de la enseñanza. Las amigas a las que ella enseñaba eran muchachas venidas de     diferentes regiones y las cuales se debían preparar en las diferentes artes de la sociedad, se debían preparar  para  ser mujeres y madres.

En esos momentos, la cultura griega tuvo un florecimiento tan grande, que varias escuelas de literatura se abrieron,   para dar parte a la mujer, como parte integrante de la sociedad griega; esas escuelas eran llamadas Thiasos  y Safo que estuvo al frente de la mejor escuela tuvo que competir con Andrómeda  entre otras muchas; al parecer esta costumbre de preparar a las muchachas para el matrimonio, no era un  patrimonio  de la cultura helena sino  que también otros pueblos antiguos tuvieron en cierta forma, un rito de iniciación antes de la boda.

Toda la filosofía de Safo, se halla encajada  en el  amor de Afrodita; que es el saber vivir, Su amor hacia  el grupo de amigas, era  la fuente esencial de todo su sentir, de todo su más delicado sentimiento al apego de la amistad de estas muchachas, a las cuales debía prepara para dejar la virginidad y estar dispuestas a un esposo.

Safo fue  madre amantísima y en ella encontramos un velo de ardiente llama  de amor transparente  y fraternal. Al lado de las Thiasoli, los hombres tenían una ocupación diferente,  la de la política por supuesto, la de la guerra, la cultura Helena, era esencialmente un homenaje a los valores masculinos.

Los oficios de los hombres eran considerados de mucha mayor importancia, en cambio a las mujeres,  se las consideraba improductivas y holgazanas. Muchos poetas le cantaron al amor y a la mujer.  Tenemos a  Helena,  una de las más sobresalientes,  a ella se la disputaban Aquiles y Héctor,  este último era  el  hermano de Paris, el raptor de esta; Héctor  quería   devolverla a su marido Melelao.  Muchos poetas compararon a la  mujer; presentándola  dentro de una concepción Zoomorfa. Se decía, que la mujer solo sirve para proporcionar placer al marido  y nada más. Pero  solo fue Safo, la que verdaderamente supo captar ese mundo, esa alma  femenina,   tan rica en ternuras y sutilezas  y solo  ella supo cantar  magistralmente  a la belleza de las muchachas, uniendo armoniosamente en un hilo,  la corporeidad física,  con la sutileza espiritual de esa alma fémina. Y tenía que ser así, pues Safo, no solo era poeta; sino que también eran mujer y a su paso, todo el velo oculto de la sabiduría y de la belleza, se abrían paso, tal como si fuesen retoños primaverales.

La mujer cobra vida y representación  social al lado de Safo. Arquiloco al igual que Safo supo expresar muy bien   y hondamente sus más íntimas emociones, pasiones; ambos son seres atormentados por el fuego del  dolor y de la pasión. En ellos, la bestezuela dormida,  de eros, los inunda con terrible fuerza. Para ellos Eros, es un dios ardiente, desolado y escurridizo, que sabe dejar en los labios y en la piel, el sabor agridulce de lo más amado; de ese dulce néctar que se saborea, y es  como un terrible veneno  y que  parece ser,   los llenaba de escalofrío la piel; pero que a la vez,  es tan cálido  y aun así,  para ellos, era mejor morir,  sintiéndolo, que no teniéndolo.   Tal es el sentimiento amoroso  de estos poetas.

Coincidieron en lo  mismo; cundo así se expresaban:

Safo decía dulcemente:

… Preferiría ver su gracioso andar  y el claro destello de su rostro   y no los carros de los lidios y sus jinetes que luchas con sus armaduras.

 

Y Arquiloco orgullosamente mostraba  su rechazo al escudo:

Algún sayo alardea con mi escudo, arma sin tacha que trans un matorral abandoné a pesar mío. Puse a salvo mi vida

¿Qué me importa el tal escudo?

  ¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor 

Arquiloco de Paros,  cuyo nombre nos remonta al yambo, cantor de las musas; no podía acomodarse dentro de los valores guerreros, pues si bien,  la diosa de la guerra era  digna de temer, en ella,  él  no encontró la trascendencia de sus ideales; sino más bien un oficio difícil,  cuya finalidad era mezquina y baja: “Porque a Tasos  confluyo toda la basura de Grecia”   

Aquí bien pudiera  verse  reflejada la   realidad de esa guerra  política, de nobles, en el cual, este,  se vio involucrado muy a su pesar.

 Y safo tampoco encontró,  en un mundo  completamente masculinizado,  el ideal de su sentimientos. No encontró en el mundo de los hombres  y de la guerra, la realización de sí.  Todo su único encanto reside, es  en la presencia de ese ser amado. En ese mundo de la femineidad; allí no faltaban ni los aceites,  ni los adornos… El mundo de las amigas, en donde la poetisa era la madre, la guía, la maestra.  Era en suma,  el alma esencial de todas ellas. Eros y afrodita jugaban entre las   danzas   y rondas de los cantos de las amigas, al calor de la noche y lejos de la crueldad de la guerra.

Y si bien Arquiloco expresa de una manera individual el odio, el amor; Safo va todavía más allá   del simple hecho,  en ella la poesía es una fuente transparente, que emana de su propio ser como un riachuelo encantado. Veamos entonces una muestra de su poesía:

“Viniste, hiciste bien te anhelaba a mi lado. A ti que enfriaste  mi corazón ardiente de deseo”   Y este otro:

“Pero a mi  eros me ha sacudido los sentidos como un viento de los montes que cae entre los robles.

Y otra vez el paralizante eros me tuerce y me dobla, el inexorable monstruo agridulce.

Esa misma ansiedad penetrante la encontramos   también expresada en Arquiloco: “Tal ansia de amor me envolvió el corazón y densa niebla derramo sobre mis ojos robando del pecho el suave sentido. Pero el perturbador seseo me domina  y no me cuido de yambos ni placeres. Ojalá  que pudiera tocar la mano de Néobula y caer presto a la acción sobre el odre   y aplicar el vientre a vientre   y mis muslos a sus muslos.

En Safo el deseo es más cristalizado, va más allá del simple hecho, su verso es de una pureza más natural y en el lenguaje de Safo, su alma misma se deja venir como un  pájaro  herido. En ella la pasión se deja sentir de un modo más liviano, tal como si flotara.

Tal es la poesía;  la poesía de estos dos poetas.

Beatriz Elena Morales Estrada ©

 

Asignatura: Literatura Griega

Profesor: Hernán Botero abril 18 de 1989

 (Libro: La  diosa: Enalio Gres)

  

 

 

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