Ensayo
Filosofía
“Solo eres mortal;
por eso tu mente que nutre dos
pensamientos a la vez”
Tal es el mandato del dios Apolo al cual, admito debe de acogerse si quiere desplegarse en la duplicidad del lenguaje. Dejar de pensar solo con miras a la unidad implica afirmar la ruptura y la interrupción a la que lleva la pluralidad del lenguaje (pensar y hablar). Un solo acto en que marca ya la ruptura, el estar afuera de toda unidad. Toda habla es en si dualidad de la simultaneidad del lenguaje. Todo mortal tiene en si el cargo de desplegarse en toda su infinitud… Y Toda habla es también en si pluralidad. Pero esta pluralidad es irreductible a toda posibilidad del lenguaje. El habla en su pluralidad es toda ella el retumbar indefinido del habla misma, que cae pesadamente en el espacio indefinido del que escucha. Mediante el dialogo se pretende hacer menos pesada la tarea del que escucha “El retumbar indefinido de si misma, en el seno de un espacio múltiple” Pero el diálogo es la medida que hace menos pesada ese retumbar del habla misma; ya que atra ves del dialogo el que escucha el pensamiento se desdobla en un acto único, de ese hablar simultaneo del lenguaje. Siendo mortal admito; se tiene que nutrir el pensar y el habla al mismo tiempo, pero con el habla admito se es expulsado hacia afuera… Así que el diálogo realiza la medida entre el pensar y el hablar; pensar y hablar son diferentes, pero idénticos así mismos. “Beso tus rodillas ten piedad de mi, y respeta a los dioses” Toda habla es la medida, ya que es también esa abertura por el extraño, que a su vez puede ser el suplicante, el peregrino alcanza la medida que rebasa lo divino mismo. El suplicante es también un vagabundo que viene de lejos; pero cuya voz es portadora de la divinidad (Zeus el dueño de todas las cosas) Sin embargo este suplicante es uno que esta despojado, que esta fuera de… Y que no posee nada; aún ni siquiera el acuerdo de la medida. Por lo cual, como admito, frente a Apolo esta en desigualdad de condiciones, pero es precisamente esa carencia, todo lo que da poder al suplicante, lo que le da la posibilidad dentro de la acogida que se le brinda al ser acogido como peregrino. El suplicante aún careciendo de un lugar en el mundo por un instante, siente que se le restituye a la vida cuando es acogido de nuevo, y más que acogerlo, quien lo acoge debe de restituirle el gusto por la comida, es decir debe reconciliarlo con la vida para que pueda proseguir su incesante camino de peregrino.
Todo peregrino
parece tener algo que decir, si todo
relato es de por si la palabra mediadora entre alguien que es acogido y alguien
que acoge. Ese Alguien que parece hablar a partir de la escritura y de un
lector que parece leer obsesionado por la ausencia misma de toda escritura, de
todo relato, hay ausencia de quien lee y de quien escribe, pues al hacerlo ya se esta fuera de toda
posibilidad misma, Así también el que
sueña esta ligado al sueño por lo
irreal, por lo absurdo del sueño que remita a la semejanza y a la nada. El que
sueña sabe que es el que sueña , pero cuando se despierta el sueño se
desvanece y el sueño ya no es más; es
decir solo imágenes semejantes que se
confunden y que no se sabe quien es el
que sueña. El sueño remite a la infancia y aún más allá, de este a los confines
infinitos de la imagen que embelesa y que fascina. Por eso mismo todo sueño
igual que todo relato, todo dialogo en
la imposibilidad misma que tiene el durmiente y el dialogo de realizarse. Sin
embargo el que sueña es deslizado a
la abertura del prodigio
de una irrealidad que es realidad que deslumbra y se acrecienta en el vacío de una imagen
primera, que es el inicio de un relato cualquiera y es a su vez la posibilidad
de un diálogo casual entre dos en el rincón de un callejón, o en la banca de
cualquier parquecito, en fin… De uno que escribe y de otro que lee sin
conocerse; Pensar y hablar son diferentes, pero a su vez son idénticos ¡Ves! La diferencia entre pensar y hablar crea a su vez la diferencia y aún
más, hay un abismo entre quien imita y
copia del otro sin pensar, ya que no
sabe de lo que se trata y no encuentra la diferencia entre lo uno y
lo otro y al final solo queda la falsedad
de quien nada sabe, ni toma en serio su carencia.
El diálogo es aquello
que une la separación, la diferencia; el
diálogo es aquello que acoge al extraño mismo en la separación y es a su vez la alternativa de un
dialogar interrumpido que solo tiene
cabida en el tiempo, y en la
fragmentación del lenguaje que se manifiesta atra ves de la continuidad y
discontinuidad de la escritura misma eso es el pensar y el hablar.
El dialogo es la
medida y es por lo mismo, la imposibilidad de todo dialogo, finalmente
lo que queda es la certeza del desdoblamiento. Ese extraño movimiento que tiene cabida en el tiempo y que solo por cierta anomalía del lenguaje
viene a tener cabida en la posibilidad de algún otro, pero solo en la medida
que ese otro asuma su extrañeza ante el lenguaje. Pero ese otro es también
alguien inexistente, alguien anónimo, es
decir desconocido, que no le pertenece al
lenguaje; pero existe
una posibilidad de ir al encuentro, de estar en el tiempo…
Dentro de ese
movimiento ambiguo que expulsa al autor y al lector confundiéndolos en uno solo
hacia el principio original de la palabra. Lo originario se manifiesta en algún
recodo. El movimiento ambiguo entre lo vano y lo autentico en que ambos se
confunden es a su vez la abertura que desliza el prodigio y es a su vez el vértigo
indeterminado de un comienzo inicial (por lo cual se da un
movimiento de inercia que empuja a moverse hacia…) Proximidad y cercanía de una muerte que nunca termina de realizarse. Lo que une y separa a su
vez al charlatán y a Michel loris Ròdica,
precisamente es la unidad coincidente de la neutralidad incesante del lenguaje. La diferencia es la
que los une y los separa y la falta de seriedad que es precisamente la
falta de toda precisión de la palabra,
la neutralidad que a su vez no les impide
pensar la palabra inauténtica y vana, pero que piensa en suma los
grandes pensamientos sin pretensión de verdad y de seriedad alguna. En suma en
su neutralidad lo que queda en ellos es el comienzo de un relato cualquiera, en
un cabaret o en un parque en donde alguien fumaba incansablemente tratando de
encontrar en el humo la mirada fascinada de una imagen que lo arrojaba de
pronto hacia el vértigo mismo de la palabra, hacia la imposibilidad de realizarla, mediante el
dialogo de la palabra escrita, pero a su vez tenia frente así al charlatán que
no cesaba de hablar frente al espejo en donde la presencia muda evocaba la
mirada de Orfeo y el sueño irrealizable de la infancia.
Beatriz Elena Morales
Estrada
Derecho de autor
reseñado y registrado
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